lunes, 9 de octubre de 2017

La construcción del discurso histórico.

“En cada época se vuelve a escribir la historia.”
Jean-Marie Domenach

Vivimos en un caos que parece desconocer la noción de tiempo.  Existen dos maneras de asegurar el triunfo de la razón sobre el caos, afirma Domenach: una es abrir un camino hacia el paraíso revolucionario, la otra consiste en disolver los acontecimientos mismos en una continuidad en la que la libertad y la finalidad dejen lugar a grandes mareas colectivas.

La construcción de un discurso histórico, hecho fundacional de cualquier movimiento político argentino que se precie, conlleva la necesidad de la destrucción del panteón de la época anterior.  Si es Rosas o Sarmiento, Moreno o Rivadavia, el paso de los diferentes gobiernos constitucionales y no constitucionales han sido responsables de poner y sacar de los libros de historia a los hombres y mujeres que formaron parte del pasado de nuestro país. Para muestra alcanza con recordar la disolución por decreto del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel  Dorrego, apenas asumido el gobierno del Ingeniero Macri.

La historia escrita por el devaluado (si de moneda de curso legal habláramos) Bartolomé Mitre, siempre ha sido el ancla, el cimiento sobre el que el conservadurismo liberal y oligárquico argentino  construye y construyó una mirada del pasado y del presente, es
Don Bartolomé ni para un caramelo alcanza.
decir su discurso fundacional.  Si bien durante los últimos dos años los hombres y mujeres artífices de la epopeya emancipadora parecen haber quedado en el olvido, los desfiles cívico militares han recobrado vigorosa energía.  Por otro lado, hemos visto como la obra del escultor  Andrés Zerneri que reproduce la imagen de la Generala Juana Azurduy con una espada en la mano y un bebé en la espalda, rodeada por hombres y mujeres que representan las etnias aborígenes que lucharon contra el colonialismo, fue removida de su emplazamiento para, posiblemente restituir la figura del Cristóbal Colón que iba a ser ubicada en Costanera Norte.


Generala de la América Latina
Por otro lado, la construcción de un discurso historiográfico que sigue la línea San Martín, Rosas, Perón ha sido siempre más afín a los gobiernos Nacionales y Populares.  Recordemos  el ya mencionado Instituto Dorrego que fue creado por CFK por decreto 1880/2011 y encabezado por Mario Ernesto “Pacho” O´Donnell. Este movimiento historiográfico  contaba con la participación de hombres y mujeres de la talla de Hugo Chumbita, Aracelli Bellota, Felipe Pigna, Enrique Manson, entre otros y algunos periodistas que abrazan el interés por la historia argentina.

El estado constante de emergencia, aquello que Braudel llamaba acontecimiento, parece haber dejado a un lado este tipo de construcción durante el gobierno actual.  Aunque si lo analizamos detenidamente, nunca hubo mayor intención (quizás luego de 1955) de borrar, invisibilizar y en caso de no lograrlo demonizar una construcción de carácter popular que incluía e incluye a hombres y mujeres de diferentes edades.  Allí confluían y aún lo hacen, los más variados pensamientos y posiciones.  Es así que se obtuvieron derechos que van desde la identidad de género y el matrimonio igualitario a la AUH entre muchos otros. 

La lectura de la historia Nacional y Popular propone una línea entre San Martín, Rosas y Juan D Perón

Cada una de las políticas de Estado del actual gobierno, cada una de las decisiones que benefician a unos en desmedro de los derechos de otros, cada dólar lavado a partir de la decisión del blanqueamiento de capitales, la liberación del cepo cambiario, la apertura de importaciones, la anulación de las retenciones a algunos productos agrícolas, la persecución a medios y periodistas que no son afines al establishment, la represión de las manifestaciones, el lugar que vuelve a ocupar el aparato represivo del Estado, la desaparición de SANTIAGO MALDONADO, el sostenimiento de políticas neoliberales de endeudamiento y ajuste, la suba de servicios, la flexibilización laboral, etc, etc, etc, poseen una carga histórica tan antigua como la propia creación del Estado Argentino.  Subyace en cada decisión casi un manual de operaciones que se repite como se repitió en épocas anteriores.

El trabajo del historiador parece ser un arte de resistencia.  Tan cercana es su labor a los acontecimientos políticos, sociales y económicos de un país que su trabajo cada vez se encuentra más comprometido con la cotidianidad. Bienvenida sea esta necesidad aunque de un lado y del otro de los discursos haya algunos oportunistas y especuladores que venden la tinta de su pluma a precio de mercado.


marianotripi@gmail.com

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