lunes, 25 de septiembre de 2017

El círculo de la negación. La grieta que nos parió.

Preguntarse de donde surge el conocimiento que orienta la conducta en la vida diaria posiblemente sea uno de esos laberintos borgianos en los que solo habita la bestia que indefectiblemente terminará por devorar a  los más avezados.
Los círculos en los que abreva la percepción de la realidad son cerrados.  El lugar que se asume frente a lo cotidiano se enfoca desde un solo perfil.  Todo lo aprehendido no se ubica más allá de la periferia.  La realidad se conforma y transforma al ritmo y antojo de vaya a saber que cruel y caprichoso relojero.

La grieta es más rendidora que cualquier campaña política.

Los engranajes de oscuras maquinarias adictas a la mentira y el capital se congregan en un aquelarre pos moderno pariendo en ese acto “múltiples realidades” mostrando a cada una de ellas como la verdad por excelencia.  ¿Acaso la percepción de lo cotidiano está teñida no solo de subjetividades propias de la imperfección humana, sino también de intereses ajenos al propio ser que percibe?
Hay detrás de cada percepción la absoluta convicción de estar ante un significado objetivo y a la vez coherente del mundo. Cuenta el mito que ante la góndola de un supermercado y quejándose por la suba de los precios de los productos que allí se exhibían se origina el siguiente diálogo  entre dos mujeres: -No le parece que antes estábamos mejor, esto con los precios no sucedía.- la interlocutora, una señora de unos setenta años, mientras guardaba un paquete de manteca de procedencia al menos dudosa dentro del pequeño canasto plástico, responde convencida, esclarecida, como esgrimiendo una realidad suprema. – “estamos pagando la fiesta de los últimos doce años”-  luego, persuadida de haber dado otra batalla por la justicia se aleja arrastrando los pies hasta perderse tras una montaña de rollos de papel higiénico llenos de cachorros coloridos.
La realidad de la vida cotidiana, acaso aquella con la que convivimos minuto a minuto, también es construida desde fuera del propio receptor.  Esa realidad que se impone urgente y punzante, esa realidad por excelencia, no es realidad.  Hay un constructo erigido por diversos actores sociales con un objetivo claro y a mediano plazo que se ha convertido en una realidad alternativa, una realidad acaso más fácil de digerir, una realidad que como compete a cada uno y no tiene lugar para las necesidades y derechos del otro es más fácil entender.

El teatro está armado, el discurso está escrito. Por escenografía se sostiene un viejo telón que grita con letras rojas y desprolijas “Pesada Herencia”.  Si acaso se creía que la realidad del día a día era imposible de olvidar, que su presencia era insoslayable, el discurso republicano de la nueva derecha con olor rancio ha llegado para demostrar lo contrario.  Siguen las marionetas bailando su danza hipnótica mientras se fugan las esperanzas y las entradas las paga solamente el pueblo.  Hay butacas para unos pocos, el resto al gallinero.

marianotripi@gmail.com

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