martes, 10 de noviembre de 2015

Para quienes gobiernan los que quieren gobernar?

Las políticas de Estado en nuestro país han estado sujetas a los vaivenes que impusieron los gobiernos de turno.  La construcción de proyectos sostenidos en el tiempo, con posibilidad de profundización, evaluación y re estructuración, es una cuenta pendiente de la ya no tan joven democracia argentina.

La alternancia en el poder del justicialismo y el radicalismo, que respetando sus ideologías de origen o traicionándolas impunemente (ninguno de los dos partidos es ajeno a esta situación), es el logro más importante de los últimos treinta años.  Fue necesaria la insoportable ausencia de treinta mil compañeros y compañeras para que el poder volviese al pueblo, para que los hombres y mujeres de este suelo se empoderasen y gritasen su verdad.  Pero esa batalla se gana con cada nieto recuperado, con el reclamo de memoria, verdad y justicia.  No en vano se llenaron las plazas de nuestra patria repudiando los intentos de golpe de Estado encabezados por los mismos carapintadas que se proponen ahora como defensores de las instituciones democráticas de mano de la misma derecha impune que acompañó el proceso conducido por Martínez de Hoz y Jorge R. Videla.

Los intereses de la remozada oligarquía portuaria argentina, se mantuvieron agazapados durante los últimos doce años, luego de las consecuencias del banquete que se dieron desde mediados de  la década del setenta, arrasando con fábricas, empresas del Estado, librando la economía a los vaivenes del mercado, condenando al 56 % de los argentinos al desempleo y a otro alto porcentaje al trabajo en negro y pésimamente remunerado.  El pueblo, luego de un largo letargo entremezclado con algunas costosas primaveras, hizo tronar el escarmiento.  El 20 de diciembre de 2011 la bestia que todo lo devoraba fue herida. Se vivieron tiempos de escases, furia y desamparo. El infierno se hacía presente en cada esquina. Emergieron comedores públicos en villas y barriadas humildes. Distinto tipo de organizaciones de sobrevivientes surgieron para dar respuesta a una crisis económica sin precedentes, acompañada por una imposibilidad de presencia del Estado que había sido fagocitado por años de políticas conservadoras en el ámbito político y liberales en lo económico.


Ante el fracaso rotundo de las políticas conservadoras dictadas por los organismos de crédito internacional la Argentina se encontró en el último de los infiernos.  Gobiernos que se sucedían carentes de legitimidad, oscuros intentos de salidas económicas que fracasaban por viejas y reprobadas, un pueblo agobiado por la inflación, el desempleo y la falta de respuesta de los dirigentes políticos.  Solo quedaron en pie aquellos líderes que se legitimaban por su acción diaria en los barrios, aquellos que daban respuesta inmediata a necesidades inmediatas.
Bastó solo el 22% de los votos para que la, aparentemente, última bestia del averno liberal huyese despavorida.  Fueron tiempos de construir, tiempos de escucha y diálogo.   Fueron tiempos de acción, sin miedo, mirando hacia atrás y teniendo claro cuál era el futuro.  Formar y conformar un modelo antagónico al que había llevado a la Argentina al cotidiano cartel rojo del riesgo país fue un desafío que se planteo con más convicciones que certezas.

Años de crecimiento, creación de empleo, políticas de inclusión, desarrollo de las economías regionales, record de presupuesto en educación, desendeudamiento, producción de energía, recuperación de los activos del Estado, reconocimiento de derechos relegados por décadas, desarrollo tecnológico sin precedentes, incorporación de valor agregado a la producción nacional, defensa de la soberanía nacional, políticas económicas generadoras de consumo interno y producción nacional, paritarias todos los años, aumento de jubilaciones dos veces por año y la lista podría seguir convirtiéndose en una enumeración interminable.

Ante la cercanía del balotaje y la soberana obligación de decidir entre un candidato o el otro se plantea el interrogante ineludible: ¿La Argentina cambiará de rumbo nuevamente? Lejos estamos de creer que aquellos que plantean un cambio llegan a proponer una profundización del modelo despojándolo de todo tipo de error que se haya cometido.  Existen claramente dos modelos, solo dos. Uno de ellos nos depositó en la peor situación que hemos tenido que enfrentar y el otro, el Nacional y Popular, nos ha traído hasta aquí.  Es mentira que el cambio que proponen es el futuro, es sencillamente el mismo y peor pasado. 

Finalmente, cabe reflexionar acerca de esa máxima de la política que afirma que ningún gobierno gobierna para todos. Cada política está enmarcada en los intereses de un sector. El sector que quiere convencernos de un cambio, claramente representa los intereses del histórico sector que ajustó siempre por la variable más vulnerable, por aquello que consideran un costo más, el pueblo trabajador. ¿Para quienes gobiernan los que quieren gobernar? parece ser la pregunta que pide a gritos respuestas a días de la segunda vuelta electoral.

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