miércoles, 20 de diciembre de 2017

Se siembran lealtades, se cosechan traidores.

La lealtad constituye el más sagrado bien del corazón humano.       Séneca         


De lealtades y traiciones va la política nacional de los últimos dos años, por no decir que es la matriz de la propia práctica.  Aunque acostumbrados a escuchar estos términos en discusiones partidarias o en divisiones y rupturas de bloques parlamentarios, en el contexto político y social que atraviesa la Argentina (en otro nefasto diciembre de su historia) es necesario darles un valor que excede ampliamente la chicana partidaria.

Con la mesa servida, los dueños de estancia se dieron el festín.


Hay una anécdota muy conocida que relata la historia de Guillermo de Pourcellet quien servía a las órdenes de Ricardo Corazón de León en la Inglaterra del siglo XII.  Acompañado por algunos de sus caballeros, durante una cruzada a Palestina, el monarca decidió salir de caza y fue emboscado por los guerreros del Sultán.  Al verse superados en número y ante el inminente final de su rey, Pourcellet grito: -¡Yo soy el Rey! Los sarracenos, que provenían de una antigua tribu del norte de Arabia, abandonaron al legítimo rey y apresaron al caballero que se condenaba por lealtad a su rey.  Se dice que el Sultán Saladino al saber de semejante acto de fidelidad perdonó la vida al caballero y lo entregó a cambio de diez soldados propios apresados por los cristianos.

 La lealtad es un bien casi extinto en algunos contextos, un valor que carece de popularidad entre los representantes del pueblo ya sea en el Poder Ejecutivo como en el Legislativo. Este desprecio por cumplir con el mandato de los votantes se hace presente desde los Consejos Deliberantes de los diferentes municipios hasta el Congreso Nacional, pasando por intendentes, gobernadores y el propio presidente de la Nación. Las mentiras durante las campañas políticas, las promesas que finalmente no se cumplen, o que peor aún, se hace todo lo contrario a lo prometido, no son otra cosa que el desprecio por la lealtad que se le debe al pueblo.

La imagen innecesaria. La total impunidad con que presionan y gestionan en favor de ellos mismos.


Los acuerdos de gobernabilidad entre el Ejecutivo Nacional, los gobernadores provinciales y los diferentes bloques de diputados son inconstitucionales.  Los diputados representan directamente al pueblo así como los senadores a las provincias.  El mandato les es otorgado por el votante al cual representan en la Cámara y son sus intereses y no los del Ejecutivo los que deben defender.  Los diputados no han querido representar el mandato popular, hicieron oídos sordos y le dieron la espalda a las demandas de la gente.

Aquel diputado que justificaba su voto anti popular a favor de la Reforma Jubilatoria dando explicaciones acerca de la gobernabilidad de las provincias y los males que tenían que enfrentar los gobernadores, tendrá que re leer el manual del diputado advenedizo.  Usted señor no le debe explicaciones al gobernador de su provincia, se las debe a sus coterráneos.  Usted sabrá que nosotros conocemos de los favores que se dan dentro de la política y posiblemente haya llegado de la mano del gobernador a la puerta del Congreso, pero eso no lo escusa, lo compromete más.

Falsas promesas.  Ganar en base a mentiras y que te sigan creyendo.

La falta de lealtad les cabe a los diputados que votaron en contra de sus votantes siendo opositores, porque no están allí para aplaudir al fantoche e inclinarse ante los mandatos del neoliberalismo más grosero y asquerosamente explícito.  Pero también, el mismo reclamo debe hacerse a los diputados que representan a la alianza gobernante.  Estos últimos ganaron la elección prometiendo lo contrario a lo que están haciendo, es decir, le mintieron a la gente, la engañaron y ahora están despojándola de sus derechos.

trabajadores contra trabajadores.  Estos también van a ser jubilados de la mínima,

Este es el país que soñó Duran Barba, el FMI, las empresas multinacionales y los lacayos que administran y gerencian el Estado.  Poseen un aparato publicitario que convierte el estiércol en oro, la mentira en verdad, la oposición y los manifestantes en un enemigo.  Esos son los medios de comunicación que supimos conseguir derogando la Ley de medios audiovisuales.  Ya no están los obsecuentes de 678 , ahora hay otros, esos que ayudaron a convertir la mentira en verdad. Los que no mencionaron nunca la palabra represión durante las jornadas de violencia en las calles.  Las fuerzas de seguridad reprimieron a quienes agredían y a quienes no. Esa es violencia estatal, violencia nunca justificada. Habría que preguntarse, luego de ver como se ensañaban con los manifestantes y los apresaban como quien caza un animal salvaje, hasta que lugar habrán corrido a Santiago Maldonado para que se “ahogara” en un río muy distante de la ruta que debían desalojar.

Se es leal a los padres, a los hijos, a las parejas, a los amigos, al club de fútbol; en cada uno de estos casos la pasión y el amor son sentimientos que se conjugan y que hacen que estas relaciones sean respetadas hasta límites a veces insospechados.  No es el caso de la política. 

El hombre, retomando a Aristóteles, es a diferencia del animal, es un ser político siempre que viva en comunidad, en sociedad, que sea parte de un todo (nos permitimos esta licencia).  Claramente no son, ni se sienten parte. Pareciera que la elite política de hoy y de siempre (son las mismas caras salvo excepciones) no representa más que sus propios intereses, intereses que les son propios e impuestos.  Luego de más de una década de reconciliación entre la política partidaria y el pueblo, muchos están empeñados en reflotar el “que se vayan todos” porque en ese contexto también son ellos los que siguen en el poder.


El único leal sigue siendo el pueblo, pero a diferencia del reconocimiento de Saladino al gesto de aquel cruzado, el poder en la Argentina sigue ejecutando a la primera fila, a aquellos que son más débiles. Ni esa delicadeza han tenido.